sábado, 20 de junio de 2009

como lombrices bajo mis pies.

El único buen compañero que logré encontrar en esta fría y lúcida tarde de invierno fue el sonido del televisor que está abajo, en el comedor. No hay drogas, por lo tanto la tarde nublada se torna aún más gris y más similar a una amenaza celestial. El fiel compañero sonido me habla de sus problemas en el medio oriente, de sus cómicos amigos candidatos y de su temperamental yunta Ominami, me cuenta de las crisis, de guerras que solo entienden los empresarios y los dueños de países. Digo: es fiel porque es un afectuoso y respetuoso, compañero que está en las buenas y en las malas, bebe el té caliente de la señora Maria con migo, se queja mentalmente del pan frió y de las viejas torrejas de queso que este tiene y que debemo comer, se ríe de lo patético que puede llegar a ser los movimientos naturales del ser humano jajaja. Hay ratos que el televisor se ve reducido debido a conversaciones de post apareamientos, embarazos, gente que no conocemos ni el ni yo, con palabras y conversaciones sin ningún tipo de objetivo el cual debería ser el de cambiar un poquitito el mundo y por ende el tema de conversación de mi amigo televisor. Pasado el corto tramite de tomar la 11, abandono el comedor de la casa y la buena compañía ( la del televisor, claro). Me preparo para subir torpemente la escalera con el estomago socialmente lleno y una falaz sonrisita. Abro la puerta. Y me topo con un enorme ventanal que detrás de este, postrada en una cama, se encuentra una semi cadáver, una anciana que tiene una pata afuera y otra adentro del patio de los callaos,. La miro entre el vidrio y las cortinas. Abro un poco mas los ojos, la veo clara pero su cara anda devastada por las arrugas, y en su cara – especialmente en sus ojos y boca- se dibuja un gesto que a gritos dicedice: “porfavor quiero morir” o “que daría por un último polvo”, pero lamentablemente esos sollozantes deseos (los cuales no puede expresar debido a que al parecer se le olvido como hablar producto de estas enfermedades seniles que son tan horribles), se ven empañados con estruendoso “Hola abuelita, como está?” provenientes de sus torpes y modales nietas que con un pelo liso, elegantes botas y un olor a colonias artificiales buscan ser reconocidas por los trajinados ojos de la pronta muertita. Pobre anciana, en algunos casos me gustaría ser la muerte, digo, vestirme con una capucha negra y llevar empuñada una oz y entablar una conversación necesaria con tan pobre mujer o ser Frank Sinatra y cantarle al oído todas esas canciones que la excitaban y la volvían loca en su lejaaaaaaana juventud, triste es que ya no escuche consecuencia de su sordera. Pobre. Subo la escalera (torpemente, obvio)...

Si siguiera contando la historia escribiría: subo la escalera, miro un poco hacia el cerro, la a casa del pechuga, luego y pienso en que pasaría si yo anduviera con tal o tal mina, me darían ganas de fumar cualquier cosa que me vuele por un rato, pensaría en la gran paja que me da ir a la Universidad…y eso, no es muy interesante, pero lo interesante en todo este submundo que debo engullirme todos los días en la casa de los García -así creo que es el apellido del Gran Jefe de acá y debido a que es un país machista digamos: que es el apellido de la familia - , ese submundo de el misterioso universo de la Señora Maria (dueña de casa) que en una caminata con el cerebro infectado de planta apodé : “Doña Treme”, esa señora de contextura gruesa (por no decir guatona culiá) que aparece en las páginas de el histórico Condorito. Misteriosa, ya que su cara de oso triste y cansado de jugar con la miel, nunca refleja emociones, en esos ojos chinos asimilados a vaginas juveniles es imposible encontrar una pupila que acuse tus movimientos o que abogue por una buena conducta de casa seria, pero habla y se ríe de las imbecilidades, me habla de sus viajes a mi ciudad, de que debo cuidar mis cosas, ordenar mi cuarto y de cualquier wea que la aflija en el momento y que deba contárselo a alguien.
Asi es, los dias pasan lentos en la casa donde arriendo una pequeña pieza en el segundo piso.
Los mementos de mayor interferencia en el ambiente son cuando llega la hija menor que debe tener alrededor de 20 años, esta casada y espera a su primogenito argumento que salpica la casa de gritos, risas y emociones conceptuales. El primogénito ya tiene nombre, es orgullo familiar y ya es adorado por todos en esta casa menos menos por la moribunda abuela a la cual dia y tarde la bombardean con avisos de el crecimiento de la guata de la feliz futura mama y ella en su cómoda pero poca democrática postura en la cama, pone la misma cara desesperanzadoras que lleva siempre, esa que les comenté, esas que dice “por favor pelá, llévame”.
Haciendo al ojo un analizis porcentual de los temas de conversación de la muchacha, un 95% de sus palabreos son: me han crecido las pechugas, de tal tamaño está mi gusano, mi bebeeeeeeee, y de sus visitas al ginecólogo, y el otro 5% son temas que abordan: familia, amigos, centro y trámites que le salen mal.



Podría seguir y seguir escribiendo mis captaciones, pero esta peculiar historia de una familia común y corriente que habita en una casa en algún lugar del gran Antogafasta podría pasar a ser parte de sus vidas, una especia de guión de la mejor telenovela brasileña de los últimos tiempos, o tal vez el gatillo que catapulte mi salida de este escritorio.

1 comentario:

box_of_tears dijo...

podría escribirte mil cosas respecto a tu texto, pero sólo te diré dos:

ERES SECO!