viernes, 11 de diciembre de 2009

ti

los pelos que cuelgan desde mi mentón son unos malditos impacientes, adictos al trabajo, y fuman como chinos depresivos. De cuando en cuando hablan de los últimos partidos de la fecha, dan sus predicciones de la participacion de chilen en el mundial, y debaten a gritos de quién debería jugar con la camiste numero 10: Si Valdivia o Matias Fernández. Estos cabellos son unos viejos de cantina, vino tinto -del tibio y en vaso cortito-, mujeres de faldas cortas y humos de buena procedencia. Malcrían a mis patillas que como monjas de monasterio, leen la prensa más amarillista, lloran desamores faranduleros, aman intensamente a cualquier modelo que pise sets de televisión. Lloran, como si la pena más grande de sus vidas les hubiera contado el dia de su muerte, la última conversacion del verano, o la tragica vida de un secador de pelo.

La lucha de los cabellos

caldo

una mano de greda seca se deshace en el cielo caliente, juntito a las orillas de la línea . La saliva escoge secarse en los labios, decide morir de una vez, no soportó su falta de pureza.
El sol arde sobre los cabellos, los que tristemente arrugan los ojos, para observar como comienzan a volverse brillantes como cristal, por culpa de un cielo punzante y juviloso.

Eramos:
tristes esponjas tiradas, las hormigas bajo al arrasadora carrera del tren, la ultimo pedazo de fria torta de piña.

Fuimos:
La levadura exitada de agua caliente, el calor del comedor de la abuela, el té que preparaba, los almuerzos y las ensaladas con poca aceptación.

Quizás:
Demasiado viento nos sofoque, demasiadas historias caeran como carne podrida sobre las espaldas, entorpeciendo algún camino de arena costera.

Se disuelven como azucar flor en agua nortina.