Si pudiera llevar
un paisaje costero de invierno en la billetera
como la droga que se consume placenteramente en baños de bares de mala muerte, lo haría.
describiría y saboriaría el cielo plomo como chalecas de abuelos, esos tipos de abuelos que ven como pasan sus largos dias sentados en una banca de maderos viejos afuera de sus casas.
El cielo plomo, como la vista interior de un ciego melancólico y esperanzado con la resaca de su viejo amor; acompañado de un puñado gaviotas risueñas que parecieran que estrepitosamente fueron lanzadas para dar la impresion de un paisaje triste pero penetrante en las retinas de los transuntes.
3 dimenciones: Gaviotas, de fondo toscos barcos pesqueros y más atrás la muestra de la mega conquista del mar, barcos capaces de albergar la poblacion de un pueblito al interior de cualquier ciudad.
El viento, ágil como gepardos enervados, capaces de helar la punta de tu nariz sin ningún asco y con la clara obstinacion de hacer recordar antiguos amores, antiguos deseos, antiguas peleas y antiguas visiones, porque viento hay para todos como sensasiones también...
En mi billetera llevaría el paisaje momentaneo, el invierno enchapado en un par de metros, en un poco de costa erocionada por la explotacion del hombre, en gaviotas húmedas y el olor a petróleo viejo mezclado con el olor de las añejas agallas de los congrios que adornan la caleta que está un poco más allá.
1 comentario:
ta bueno, pero borraste el más bkn pos!!!
Publicar un comentario