jueves, 29 de octubre de 2009

calor

Divagando en un torbellino, compartiendo corrientes eólicas con ventanas y con tierra triste, aquel adorno pauperrimo en el suelo caliente que tapiza el camino a casa. Los buitres lugareños, desde la altura identifican a futuros festines: los que besan apasionadamente, los que lloran, los que rezan, los que rien, los que follan, todos son cadaveres en potencia, el pellet de gusanos amarillos...



(Riendonos del tiempo, el inseparable compañero de los alcones debido a su cualidad de volar rapido para cazar y divertirse)


Ocupemos el siguiente sillón, ese... ¿recuerdas?, ese de fabricacion china que compramos cuando felices, posemos nuestras nalgas en el y seamos espectadores del delirio del derretimiento mundial. Toma mis manos, si mis flacas manos, aquellas que tanta piel de elefante traían, tómalas y llevala hasta la sima de la mesa que esconde el vino y la cerveza, y si estan heladas, no te sorprendas, porque fui victima de un tiempo alcon, que por observarlo y mofarme de su agilidad, terminé besando cruzes en un cementerio chino.

(las rocas)


La ciudad de los lobos marinos está proxima a mi casa, y en las tardes de agua tibia, a sus habitantes les da por gritar al viento el nombre de sus deudos. Gritan fuerte sus nombres (monosílabos casi siempre), para ellos el cielo debe caer y con sus languidas lenguas de come pescado, enredarlo hasta estrujarlo por completo. Por consiguiente, no habrá cielo y las gaviotas dormiran bajo nuestros techos, emigraran de casa en casa según las estaciones que dicte el retrete. Gaviotas tristes y de alas rotas, sus flemas primaverales inundaran mi taza especialemnte designada para el cafe, aquella que observo para sentirme seguro de mi mismo, y de que sus nidos no caeran desde una palmera caribeña hacia un cama virgen.

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