Con el sonido de los camiones dándole duro a la combustion interna es dificil seguir, los centinelas del estado están ahí detrás, sonriendo refugiados y esperando por la próxima bandada de jóvenes idealistas, mal denominados comunistas, para desahogar todo la ira contenida en las relaciones matrimoniales, paternales e incluso institucionales. Así no se puede, este sonido gana, es más fuerte que las palabras que recito al llegar a casa, un poco más fuerte que los gritos de los drugos, y mucho más fuerte que el mál sabor de la recina espantosa.
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sonnnn esos espantos sonoros los que se mesclan con la cascada de ideas que sale de la frente, arruinando conceptos prefabricados que aparecieron mágicamente en el camino de la playa hasta acá, la hermosa gaviota que se vía pintoresca en la punta de una roca toma forma de paloma carroñera.
Dale que dale locomoción colectiva, los paros siguen y el ronquido tácito de tus motores despiertan a los dormilones. Vamos, síguele dando duro a los caminos, mas que mal son de ustedes, las ballenas de la pista, el animal más grande y carismático de las calles de la ciudad. Deberían probar con la azucar o la vainilla, quizás eso les de un poco más de ternura a sus pistones, y paren con la sonido brutal que termina con los sueños de amor o placer infinito.
Paren, porque el olor a aceituna ya no paró, sigue bajando desde el paladar para llegar a la lengua, las vacas agradecen una lengua menos, así los retratos de sus vacunos no termina como un simple jpg, y queda como un verdadero recuerdo de los buenos tiempos. Vacas y micros, los centinelas y las penas de amor, combinaciones raras, una es sin la otra, los centinelas y las vacas pueden ser, pero las micros y las penas de amor no resultan, y no es que las penas de amor sean recuerdo que alguna vez se concibió en un autobús de locomoción colectiva, más bien el sonido de su fucelaje es tán drástico que rompe los recuerdos de amor, algo parecido a una fiesta de elefantes preñados sobre la telaraña de la última araña, pensando desde la más grande hasta la más piñufle.
con la cabeza afuera de la ventana se siente el aire de una forma distinta, el viento helado del mar golpea en los paladares inferiores, podríamos reconocerlo, es una sensación re buena, entrel a cortina y el marco aparecen imágenes de edificios que con una buena inversión de un capital privado, podrían ornamentar la costa y sería la papa del turismo. Las nuves serían las mismas , como lo son las canciones para los noticieros, las comidas lejos de casa, la ropa cuando no hay un detergente a mano, nadie querria cambiarlas y si quicieramos no se podría, la humedad nos espantaría, hecharía a perder la piel seca que se ha cosechado desde el parto. En un plano contrapicado, tendriamos los modernos y novedosos edificios que adornan la costa y un par de nuves de algodon, porque no queremos aguita, queremos frio , pero no aguita, se prefiere la bebida. Si The Coca Cola Compani, comprara y produjiera nuves que hacen llover gaseosas, llamaríamos a los ingenieros comerciales para que analicen la compra de estas, seguros que serían fenomenos naturales estables sobre los edificios.
Parece que el sonido mecánico y el timonel de los centinelas es un buen ruido para crear cosas llenas de quistes, morbosas y ediondas a cuerpos sucios, es cosa de esperar y dejar que la cascada se mescle, juntar la nobleza de una palta con la insurreción de la mayonesa, o d e la maldita mostaza que tanto se demora en disolverse en la guata. Sonidos, ruidos, molestias, sueño maldito, buenas y malas combinaciones para los días de furia.
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