viernes, 15 de abril de 2011
así son los vómitos
Llegué con regalos del vecino pais. Los entregué me preocupé de que no se dañara ni perdiera, con tantos años metiendose cosas raras en el cuerpo, la mente se descoloca un pichintún y la memoría se hace la loca. Te lo aseguro, ni Keiko ni Vargas Llosa me dijieron "toma, llévale este", no , para nada, sería lo mismo que pedirle consejos al muro trasero del Enjoy, yo fuí, de frente y dije, "uh, esto puede ser agradable, quizás hasta se le erizen los pelos y quede similar a una figura del outisider .Mágico, pensé, ya, si , lo compré mientras habia un grupo de loros gritando por sobre las palmeras. Luego pensé en el jugo y en su ingrediente estrella: la algarrobina. Oooye, la algarrobina era algo que me transportó a las pichangas de mis tios en Victoria, no tenian da que ver con la otra, nunca he sabido si en Victoria vendian algarrobina para hacer algún postre, si no que pensé en el genesis de su nombre, Algarrobina... Algarrobo... algarrobo, los árboles que crecen en la pampa del Tamarugal, recordé bailes de la Tirana, la cara de mi padre cuando niño, a mi recien difunta tía siempre acompañado de la dicotomía de pensar, porque un árbol desértico, seco y quitadito de bulla podría convertirse en el ingrediente más bacán de un jugo natural o de un postre de todo un país. "Que buena", dije, la gente allá en Antofagasta debería probar esta maravilla, allá les falta conocer e integrar más cosas a su espectro de la sociedad, entender que la pasta base no es solo de los pobres o pungas y que en Perú no son todos indios, y que los indios de Perú no son solo burreros. Apartado de ese pensamiento agresivo, pensé en la gente que conosco que se creen master de la cocina, o en buenas palabras, que aman el arte culinario, ya les tenía regalos y una botella de algarrobina sería la corona en la cabeza de algún indicado. En ese momento los loros ya no chillaban, eso queria decir que no eran buenos tiempos para andar comprando botellas del mágico material, era mejor el recuerdo dentro del estómago hasta la proxima ida al baño. Los regalos, eran bonitos, porque nno , eran simpáticos, tenian esa onda internacional/andina y todo eso que gente acostumbrada a las ropas de tiendas o al sabor de la comida rápida le impresiona. Entre tanto jugo natural y divagaciones en relacion al regalo, terminé optando por el cariño, también llamado apego, y por que no llamarlo... regalo de corazón. Bah, patrañas, salió todo mal, desde el lado más historicos del Perú llegan cosas mas interesantes, con mas olor a inca, no como las de Tacna, que vienen con olor a comercio, a arteasanía en serie, y que logran matar el espiritu andino, al igual que Evo y esos giles que se creen bolivarianos, si, me sentí bolivariano, asesino del arte precolombino y aguila que mira desde arriba, pero los regalos ya los regalé, los pintorescos y hermosos trozos de Perú están en manos que no deberían estar, manos que ya tuvieron algo más peruano que mis souvenires, es simple, hay gente a la que le llegan regalos que no se lo merecen, no podría dar ejemplos.
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