domingo, 11 de octubre de 2009

A

construllendo edificios en terrenos débiles,
en griteríos, chapusones y en alergias primaverales,
acompáñame,
agarra firme mis dedos y sumerjamosnos en la saliva de la gaviota,
en el plato del pescador, en la briza antecesora a la noche...

acariciemos a los perros del parque,
fumemos hierba y riamonos de la morfología de las nubes.
Comenzamos a ser profesionales de la vida en las tardes,
profesionales dentro de la poca luz, dentro del humo denzo que ambos somos partícipes.

Bañame con tus cabellos nunca engreidos y logra disfrazar los finales
con tortas horneadas en hornos de barro, con vibraciones sabor a golocinas de piña y con ojos rojos poco visibles, nadie perdonaría el deceso de un sol tan radiante.

Dibujemos y pintemos las paredes del a gran muralla china,
bailemos en la guitarra de Gardel y nademos en las lágrimas de Sor Tereza de Carcuta.
Somos dos, somos cien, somos quinientas las personas que participan del baile,
los acordes jamás darian marcha atráz, por el contrario, pisarian fuerte, muy fuerte, tan fuerte que tembaría la primavera y sus ramas, volverían como sicarios gratuitos, dispuestos a obtener sangre y colores frescos.

agarra mis dedos, toma mis orejas y utilizame como una tetera con agua caliente,
riega los jardines, rellena la taza y bebe el té tibio, que en la otra esquina, está el maldito personaje de los cuentos urbanos.

No hay comentarios: